miércoles, 27 de mayo de 2015

JURAR LEALTAD A LA BANDERA

Será que no sabemos vivir de otra manera….

No sé cuántas veces en la vida podemos decir “lo juro” sin ser cierto, y no sé hasta qué punto es posible perder la cabeza por una promesa, pero hay ciertos juramentos que cambian la vida de quien los hace, y esos son los que generalmente nadie comprende. 


Hay quien dice que prometer lealtad a la bandera de tu nación es algo anticuado que solo implica la fachada de quien lo hace, una especie de “mira, hago algo que nadie más hace, no soy militar y soy de ultraderecha” o lo que es peor aún: “beso la bandera porque al jurarla digo a todo el mundo que creo que mi país es la élite, que el Estado es nuestro amado padre y que el resto de las naciones son escoria comparadas con la mía”. Permítanme el atrevimiento, pero no entienden nada. 


Quiero creer que el motivo por el que haya tan poca gente qu
e decida dar este paso es porque no sienten el profundo amor y asunción de responsabilidad que este acto implica, y no por tener en sus mentes lo que he dicho anteriormente, a pesar de que creo que es el real motivo. Maldita propaganda barata de una sociedad despojada de todo valor de unión que hace que sus hijos no comprendan que el rojo y el oro son los colores de una larga historia, no de un gobierno ni de un equipo de fútbol. 

¿Qué es entonces jurar la bandera española? Para mí significa casarse con España, por lo tanto, o el día de la primera jura se recuerda como un día maravilloso lleno de emoción, o es que no se sentía realmente la pasión que puede llegar a sentirse para justificar tal acto. Es que no estabas enamorado.
No pretendo con esto decir cómo ni en que intensidad debe sentirse la jura, ni decir qué implicaciones debe tener para todos, pero si ese segundo no se recuerda como uno de los más grandiosos de la vida, si escuchar el himno no te hizo sentir al menos algo, puede que el acto más honrado de un ciudadano se convierta en el más despreciable. Jurar bandera sin amarla, sea civil o militar, se me antoja un grave insulto. 


Para los que recordamos aquel segundo con total amor y emoción, se sentirán aludidos si les digo que uno se siente capaz de dar la vida por la nación, siente que no dejará a nadie en la estacada, por el simple hecho de ser compatriota.  Entenderá que no hay rivales y tan solo hay españoles, sabrá que las cosas malas de este Estado y/o sociedad pueden superarse porque tiene fe en sus gentes, no le falta la esperanza, no le falta las ganas de hacer política, la unidad nacional será el principal punto en el que se fijarán, no consentirán que nadie mancille el nombre de la nación, es aceptar al país y su historia.  El bienestar de sus gentes será el principal motor que les levante cada mañana, aunque no siempre se merezca. Pues eso, es casarse con España.  No debe tomarse a la ligera. No es fachada. No es facha. Es entrega y un fuerte sentimiento de arraigo. Por eso pienso, que duro debe de ser vivir lejos de tu esposa, de tu marido… y que duro debe ser vivir lejos de esta nación. 


Jurar amor a tu Patria no es jurar rechazo a las demás. Es jurar absoluto respeto a las demás naciones, a los demás himnos, a las demás muestras de amor y ensalzamiento de los valores nacionales de otras gentes, es apreciar como oro en paño impregnarte de otras culturas, de otros modos de vida, es reconocer a la nación como parte más sensible dentro de cada uno de nosotros. 


Diré también que a quien jura bandera lo que menos le importa es el país hoy en día más allá de su lucha diaria de trabajo, esfuerzo, madrugar, y trabajar para que esta nación prospere y en ella sus hijos. Lo que más le importa es este país en el futuro. ¿Qué ocurriría si lo bombardeasen? ¿Qué ocurriría si todas sus gentes muriesen de hambre? ¿Qué ocurriría si nos entra la amnesia histórica? ¿Cómo reaccionaría yo ante todo esto?

La reacción ante cualquier problema que pueda surgir en la nación es lo que cada uno promete al besar la bandera, tanto en el día a día como en el futuro más lejano, porque se jura para toda la vida, se jura el nombre de todos los que en esta nación murieron, se jura una responsabilidad de engrandecer lo posible esta nación, se jura el orgullo de toda su historia y sus muertos.

Y no solo es el futuro, si no, el pasado, el marco en el que hemos crecido, el “yo soy lo más certero que tengo, y yo soy y he sido siempre en esta nación, provengo de esta nación, mi memoria está en los granos de su tierra”. ¿Cómo no va a merecer nuestro amor?  


Por último creo que jurar bandera es también decirle a todos los españoles que dieron su vida por España o que sufrieron y padecieron las consecuencias de cruentas guerras, de férreos gobiernos, de escasos derechos para lograr lo que hoy en día tenemos, de muertos por personas que odian a la nación, que les respetamos y les amamos, que nuestro corazón estará siempre con ellos.


Por eso creo que jurar el rojo como la sangre que corre por mis venas, el dorado de mi catedral y de mis campos, y el rojo de los atardeceres sobre sus mares, es la obligación de los militares, y el acto más honorable y emocional que puede realizar aquel ciudadano que vaya a donde vaya llevará la sangre de sus muertos en la piel y la sangre de sus hijos en sus venas, del mismo rojo que la bandera que les vio y verá nacer, vivir, y morir. 


No sé si será demasiado, será que no sabemos vivir de otra manera. 



por Celia Kolvenik. 





"Dígale a su capitán que agradecemos sus palabras, pero esto es un tercio español"
-Alatriste- .

miércoles, 20 de mayo de 2015

SIN DUDAR, ALLÍ ESTARÉ...

El esplendor de gloria de otros días vuelve de nuevo a llamar.

Somos pocos, diferentes y a menudo pasamos desapercibidos aparentando ser uno más, del rebaño un borrego, pero en el fondo, remamos contra corriente en una lucha sin cuartel contra los vientos que nos intentan derribar, sacándonos del río, símbolo de vida y libertad, al rebaño. No somos tantos como deberíamos, ni tan pocos como parece, por eso, cuando coincidimos con la persona adecuada se crea un vínculo fuerte que la Patria suelda en metal inquebrantable.

Afortunadamente todavía es posible creer en la nación más vieja de Europa, que lleva tantos siglos intentando autodestruirse por medio de muchos de sus hijos, que fracasa generación tras generación. Creo en España, porque la conozco, y porque la historia me permite saber que los españoles llevan una sangre tan fiera que hasta los más bélicamente poderosos temían;
- “¡Ni hablar! Si hay un pueblo valiente en el Mediterráneo ese es el español, no se puede entrar en España si no es con el permiso de los españoles.” Fue la respuesta de Hitler a sus generales cuando propusieron invadir la tierra íbera.

Cuanto más fuerte se nos avasalla más fuerte es el sentimiento de amor hacia la Patria, una Patria que nos ha visto nacer, que nos ha visto crecer, y de forma evidente nos verá yacer. Nada será más glorioso que yacer en esta tierra, de historia sin igual. Pero ese privilegio, se debe de ganar con sangre y fuego.

Antes hay que cumplir con la Patria, cada cual con lo que le corresponde, desde los campos civiles y desde los campos militares. Cada español tendrá el derecho y el deber de luchar por la Patria, realizando actos que conciernan su mejora, implicándose en mantener y reflotar la fortaleza, lealtad y valor que caracteriza al poderoso pueblo que un día dominó la el mundo.

Desde la mayor acción hasta el más pequeño gesto en pro de la defensa de los valores nacionales, será recibido y sellado en la historia, para lograr, entre todos una nación poderosa que vuelva a estar a la cabeza. Y, aunque nos resulte concebir este cambio vista la situación en la actualidad de España, debemos confiar, trabajando con ilusión y verdadero sentido común en un proyecto común del que a la larga nos sentiremos orgullosos, traspasando de generación en generación el amor fecundo hacia la Patria que la hará engrandecer por los tiempos.

Cuando la situación lo precise, muchos estaremos dispuestos a derramar la última gota de sangre por los nuestros, por nuestra tierra y por la defensa del glorioso legado que corre por nuestras venas. 

Porque si se desmorona la Patria, nada ya tendrá sentido, miraremos atrás con resignación preguntando que habría estado en nuestra mano. Para ello, es responsable elección, delirar en la agonía del último aliento sabiendo que dimos la mejor respuesta por un sentimiento de dimensiones innombrables, que sólo entiende quien verdaderamente lo siente.

Cuando llegue la tormenta, cuando el último rayo de sol haya decidido abandonar el campo de batalla, sin dudar, allí estaré… 

" ¡Volemos a disputarnos la gloria de morir por la patria, que es la mayor de las glorias!"