El esplendor de gloria de otros días vuelve de nuevo a
llamar.
Somos pocos, diferentes y a menudo pasamos desapercibidos
aparentando ser uno más, del rebaño un borrego, pero en el fondo, remamos
contra corriente en una lucha sin cuartel contra los vientos que nos intentan
derribar, sacándonos del río, símbolo de vida y libertad, al rebaño. No somos
tantos como deberíamos, ni tan pocos como parece, por eso, cuando coincidimos
con la persona adecuada se crea un vínculo fuerte que la Patria suelda en metal
inquebrantable.
Afortunadamente todavía es posible creer en la nación más
vieja de Europa, que lleva tantos siglos intentando autodestruirse por medio de
muchos de sus hijos, que fracasa generación tras generación. Creo en España,
porque la conozco, y porque la historia me permite saber que los españoles
llevan una sangre tan fiera que hasta los más bélicamente poderosos temían;
- “¡Ni hablar! Si hay un pueblo valiente en el Mediterráneo
ese es el español, no se puede entrar en España si no es con el permiso de los
españoles.” Fue la respuesta de Hitler a sus generales cuando propusieron
invadir la tierra íbera.
Cuanto más fuerte se nos avasalla más fuerte es el
sentimiento de amor hacia la Patria, una Patria que nos ha visto nacer, que nos
ha visto crecer, y de forma evidente nos verá yacer. Nada será más
glorioso que yacer en esta tierra, de historia sin igual. Pero ese privilegio, se debe de ganar con sangre y fuego.
Antes hay que cumplir con la Patria, cada cual con lo
que le corresponde, desde los campos civiles y desde los campos militares. Cada
español tendrá el derecho y el deber de luchar por la Patria, realizando actos
que conciernan su mejora, implicándose en mantener y reflotar la fortaleza,
lealtad y valor que caracteriza al poderoso pueblo que un día dominó la el
mundo.
Desde la mayor acción hasta el más pequeño gesto en pro de
la defensa de los valores nacionales, será recibido y sellado en la historia,
para lograr, entre todos una nación poderosa que vuelva a estar a la cabeza. Y,
aunque nos resulte concebir este cambio vista la situación en la actualidad de
España, debemos confiar, trabajando con ilusión y verdadero sentido común en un
proyecto común del que a la larga nos sentiremos orgullosos, traspasando de
generación en generación el amor fecundo hacia la Patria que la hará
engrandecer por los tiempos.
Cuando la situación lo precise, muchos estaremos dispuestos
a derramar la última gota de sangre por los nuestros, por nuestra tierra y por
la defensa del glorioso legado que corre por nuestras venas.
Porque si se
desmorona la Patria, nada ya tendrá sentido, miraremos atrás con resignación
preguntando que habría estado en nuestra mano. Para ello, es responsable
elección, delirar en la agonía del último aliento sabiendo que dimos la mejor
respuesta por un sentimiento de dimensiones innombrables, que sólo entiende
quien verdaderamente lo siente.
Cuando llegue la tormenta, cuando el último rayo de sol haya
decidido abandonar el campo de batalla, sin dudar, allí estaré…
No hay comentarios:
Publicar un comentario